viernes, 21 de marzo de 2014

Orgia con mi chica y su empleada domestica



llevaría a que se follasen a María Jesús a cambio de una módica suma de dinero. Ella no sabía nada. Yo les pedí a mis amigos que no mencionarán lo del dinero. Si María Jesús se enteraba, se acababa la buena vida para mí.

Ella estaba en el jardín, cerca de la piscina, con un mojito en su mano. Nos acercamos y le presente a mis amigos. Estos no podían sacar los ojos de las tetas de María Jesús. Ella entonces les preguntó – ¿Que pasa? ¿Nunca vieron unas así?. Si quieren pueden tocarlas. Ante lo cual, mis amigos no se hicieron esperar. Después uno de ellos paso a quitarle la camiseta. Ante lo que ella dijo – Vamos dentro, que los vecinos son muy cotillas. Una vez dentro, María Jesús también se quitó la falda enseñando unas bragas muy bonitas que hacían juego con su sujetador. Uno de los chicos  sacó su polla y comenzó a mamársela.

El otro chico y yo fuimos mientras tanto desnudando del todo a María Jesús. Alucinado por sus tetas y su culo, éste me dijo – Su cuerpo es increíble. María Jesús entonces con una mano comenzó a tocarle el paquete a mi segundo amigo. Yo me arrodille y comencé a jugar con mi lengua en su clítoris. Ella empezaba a estar bastante húmeda, mientras yo la lamía ella había pasado a tocarse los pechos con sus manos. El chico al que se la chupaba, mientras tanto le sujetaba su cabeza con las manos. De repente, el chico empujó la cabeza haciendo que María Jesús se tragase toda su polla y entonces el inundó la boca de ella con su leche.

Entonces, yo la puse a cuatro patas, la sujete por las caderas y empecé a  penetrarla poco a poco y muy lentamente. Ella me pidió que aumentara el ritmo, yo lo hice y ella empezó a gemir. A los pocos minutos de estar disfrutando de aquel placer, subí el ritmo de una manera considerable, por lo cual ella sabía que yo me iba a correr. Ella me pidió que acabara en sus tetas. Así lo hice mientras ella gemía de placer. La corrida fue muy grande, el semen se escurría entre sus tetas. Entonces ella comenzó a lamerse las tetas. Después ella cogió una toalla limpia que había allí y se limpió el resto de la leche. Ella  no había conseguido llegar al orgasmo, pero quedaba aún mucha tarde por delante.

Una vez limpia, María Jesús se fue a un sofá he hizo que mis dos amigos la penetrasen a la vez. Uno le penetraba la vagina, mientras el otro le practicaba sexo anal. Ella no paraba de gemir de placer, mientras el chico que estaba debajo de ella además le lamía los pezones. Así ella llegó al orgasmo. Y mis dos amigos siguieron bombeándola hasta llenarla de leche los dos.

De repente notamos que desde la planta de arriba nos miraba la empelada domestica de María Jesús. Era una chica africana joven. María Jesús, con la calentura se había olvidado de decirnos que estaba en casa. La negra empezó a meterse mano, a masturbarse. Yo me calenté mucho y fui a por ella. La traje con nosotros.  La negra seguía metiéndose mano. Necesitaba urgentemente una polla así sin pensármelo dos veces la puse en cuatro patas, la penetré y empecé a embestirla con mi polla. Entonces María Jesús se tumbó frete a ella y la negra empezó a comerle el coño. Mientras la negra le comía su coño, María Jesús le mamaba la polla a uno de los chicos. Ambas disfrutaban de un placer que parecía no tener límites. Entonces la negra me dijo, que no me corriese dentro de su coño, que la iba a preñar. Entonces,  retire mi polla y la penetré bruscamente por el ano. Entonces rápidamente me corrí dentro de su culo. La negra entonces llamó al chico que estaba para que tomase mí lugar. Penetrada nuevamente por el culo, finalmente la negra tuvo un orgasmo, al mismo tiempo consiguió que María Jesús tuviese un segundo, mucho más intenso que el anterior, mientras su empleada doméstica le lamia el clítoris a María Jesús y el chico al que le estaba mamando la polla le acababa dentro de su boca.

No sé como, pero un rato después, María Jesús estaba estaba como de cuclillas montada sobre mi polla mientras yo estaba de espaldas en el suelo.  Al mismo tiempo, ordenaba a la negra que se la mamase a mi segundo amigo.  Ésta le agarró su miembro y empezó a mamárselo y  mordisquearle el glande, haciendo que el chico aullara de placer, evidentemente estaba a punto de correrse. Entonces María Jesús nos ordenó que nos saliéramos y se arrodilló frente a los tres y nos pidió que la bañásemos con nuestra leche. Los tres nos corrimos en sus tetas. Entonces la negra se  abalanzó sobre ella y empezó a lamer sus pechos llenos de semen.

Esto calentó aún más a María Jesús y a nosotros tres que volvimos a empinarnos. Entonces, agarramos a María Jesús y la sentamos sobre uno de los chicos que se acostó en el suelo. Ella se recostó boca arriba sobre él. El chico entonces le abrió las piernas y mientras él la penetró por el culo yo lo hice por su coño. A ella, se le caían las lágrimas de placer y excitación. La negra mientras tanto había vuelto a masturbarse y  mamaba la polla del tercero de nosotros.  Así fuimos haciendo turnos usando su coño y su culo para satisfacernos. Cada uno a su turno termino corriéndose en el culo y María Jesús tuvo un tercer orgasmo. Parecía que ese día le encantaba que le diésemos por culo. Entonces le pregunte –  ¿Quieres más puta? Ella sin decir nada se puso en cuatro patas. Entonces la negra se nos adelantó y la tomo por detrás de la cabeza como para que ella pudiera mirar su propio culo que lo tenía muy abierto. Entonces se fue hacía el culo de María Jesús y la penetro con tres dedos. Los movía rápidamente para dilatarle aún más el culo. Pronto sus cinco dedos y después su mano entraron dentro de María Jesús, quien arqueaba sus espalda de dolor y placer mientras gemía y gritaba.  Entonces la negra retiró su mano y le sostuvo las nalgas abiertas.   Entonces uno de mis amigos le metió la polla  de nuevo en el culo quedándose adentro. Mi segundo amigo, agarró su polla con la mano y también se la enfilo al ano. Ella decía – No, No! pero no opuso resistencia. Claramente, ese día el sexo anal era lo suyo. Mi segundo amigo se la metió también por el culo despacio. Yo mientras tanto, veía como su fogoso ano se abría más aun y dos pollas llenaban su ano hasta llegar a lo más hondo de los intestinos de María Jesús.

Mientras ellos nos daban ese espectáculo yo me abalancé sobre la negra la puse en cuatro patas y también la encule y empecé a bombearla cada vez más fuerte hasta que yo ya no daba más y se lo deje lleno de leche. En cambio, mis dos amigos, cuando se ve que estaban por correrse, se salieron los dos y nos dijeron – Miren, Miren como le dejamos el culo de abierto¡¡ Entonces hicieron que María Jesús apoyara su pecho y su cabeza en el piso. Uno la sostenía estirando sus manos hacia adelante. En esa posición el culo de ella quedaba bien parado y sus piernas abiertas. Entonces, el segundo de ellos volvió a penetrarla y se corrió dentro de ella. Luego invirtieron roles y el segundo también se corrió dentro del culo de ella. Entonces, yo sentí ganas de hacer lo mismo. Al hacerlo sentí el calor de la leche que inundaba el recto de María Jesús. Ella así tuvo un último orgasmo gritando de placer mientras que me corrí inundando aún más de semen el recto de María Jesús. La negra mientras tanto tuvo otro orgasmo metiéndose los dedos de una mano en el culo y magreándose el clítoris con la otra.  Después de ello se dieron un beso de boca.  Así fue el final, tan excitante como el resto de la jornada.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Que chica!!!




Estaba en la sala y observe algo que me llamo la atención y fue algo muy increíble, mirando las hojas de apuntes para una oposición sin poder concentrarme en ellas, intentando vencer el sueño que hacía que se me bajaran los párpados y la boca se me abriera en un bostezo con el que también colaboraba el tremendo aburrimiento.  Fue este aburrimiento lo que me hizo levantar la mirada de las fotocopias que debía estudiar y concentrar mi atención, casi sin darme cuenta, en el gran número de chicas, muchas de ellas atractivas, que había en la sala. Me dediqué durante unos pocos minutos a escudriñar, una a una, todas las caras que podía ver desde aquel puesto de lectura situado al fondo de la estancia.

Casi doscientas personas se repartían el espacio de aquella gran sala, pero la mayoría de ellas tenían la cara oculta para mí tras los focos fluorescentes que proporcionaban una extraña iluminación casi carente de sombras. Fue esto lo que me hizo desistir de seguir mirando y dirigir una vez más la atención hacia las hojas que tenía delante. Así volví a inclinar la cabeza con la intención de seguir leyendo, cuando me distrajo una vez más el ruido de unos tacones que parecían acercarse desde la puerta, situada en la pared opuesta.

Levanté la cabeza, miré al punto del que provenía el sonido y mi mirada se encontró de golpe con otra mirada que se acercaba cada vez más, llevada por lo que me pareció toda una belleza. Aquella chica debía tener unos 20 años. Era alta (sólo unos centímetros más baja que yo), delgada, pero bien proporcionada y con unos pechos generosos. Pero lo que más llamaba la atención eran sus ojos. Un par de ojos negros y grandes, con pestañas largas y espesas, y enmarcados en una cara que casi parecía la de una niña.

Le seguí con la mirada mientras pasaba por mi lado, casi rozándome y se dirigía a dejar su bolso en una de las taquillas. La miré de reojo mientras realizaba esta operación y comprobé que tenía dificultades para cerrarla con la llave. Para mí esto fue una oportunidad que no podía desperdiciar. Sin perder un momento me levanté y le ofrecí mi taquilla que estaba vacía. Ella me dio las gracias con una sonrisa y mientras ponía su bolso en mi taquilla me presenté y le pregunté su nombre. Se llamaba Julia y me dijo que todos los días iba a la biblioteca a la misma hora para estudiar.

Pasé el resto de la mañana mirando a aquella preciosidad más que a los apuntes y los días siguientes abordándola a la menor oportunidad, comprobando que en ocasiones mi mirada se cruzaba con la suya, hasta que al fin, después de unos días, conseguí quedar con ella para vernos ese sábado por la noche.

Aquella noche salí solo y a la hora señalada entré al bar donde habíamos quedado. Allí estaba Julia con un grupo de amigas. Pareció alegrarse al verme e inmediatamente me presentó a sus amigas. Después de eso la invité a tomar unas copas y no había pasado más de una hora cuando nos separamos del resto. Julia me propuso ir a una discoteca que había a pocos metros de aquel bar.  No habíamos hecho más que entrar cuando empezamos a besarnos. Julia besaba muy bien con aquellos labios carnosos y el ambiente y la música de la discoteca parecía volverla más apasionada. A los pocos minutos mi mano estaba en su muslo y no pasó mucho tiempo antes de que acabara colocándose en su trasero.

Ella pareció sorprendida, pero lejos de molestarle, sentir mi mano en sus nalgas le hizo besarme con más ganas, casi con ansia, a la vez que metía la mano bajo mi camiseta para acariciarme el vientre y el pecho. Metí ambas manos por detrás de su pantalón, seguro de que su camiseta impediría a los demás ver lo que hacía mientras apretaba su precioso culo con todos mis dedos, ella se apretó contra mí, me llevó hacia ella apretándome la espalda y debió sentir en su pubis la erección que yo tenía para entonces. En ese momento los besos se volvieron más dulces y metí los dedos entre su tanga y su piel, presioné suavemente y Julia, al sentir mis dedos en medio de sus glúteos, me susurró al oído que fuéramos a otro lugar.

Vivo con mi familia, pero tengo la suerte de tener la casa para mí solo casi todos los fines de semana, así que fuimos allí. Eran las cuatro de la madrugada y en mi edificio sólo viven personas ancianas, niños y matrimonios con hijos que no tienen tiempo para salir por la noche, así que normalmente soy el único al que se puede ver entrar y salir de allí a esas horas. Por eso estaba tranquilo y por ese motivo continuamos allí mismo con lo que habíamos dejado a medias en la discoteca. La besé mientras la llevaba de espaldas contra una pared e inmediatamente aproveché la soledad del portal para desabrocharle el sujetador, Julia hizo lo mismo con mi pantalón y me dediqué a acariciarle los pechos mientras ella me apretaba contra su cuerpo agarrándome del culo.

Su sujetador estaba en el suelo, mi pantalón totalmente desabrochado a punto de caer de mis caderas y las manos de Julia introduciéndose por mi bóxer mientras me mordisqueaba el cuello y yo le subía la camiseta y acariciaba esos preciosos pechos grandes y firmes y apretaba y movía sus pezones entre mis dedos…

Me agaché delante de ella, le desabroché el pantalón, bajé sólo un poco el tanga y dejé al descubierto casi todo su pubis. Lo tenía depilado, excepto una fina línea de vello muy corto, Comencé a lamerle. Primero los bordes de la línea de vello, de abajo a arriba, con lametones largos. Mi polla estaba tan dura que me molestaba tenerla apresada debajo del pantalón, así que la dejé salir. Quedó libre en toda su extensión mientras llegaba más abajo con la lengua. Llegué a meter un dedo en su culito mientras lamía sus labios y su flujo…

Ella se corrió allí mismo, en el portal, después, entramos al ascensor y subimos a mi casa. Fuimos derechos al salón y allí nos desnudamos el uno al otro. Estábamos tan excitados que no nos tomamos tiempo y la ropa desapareció rápidamente mientras nos besábamos. La única excepción fue su tanga. Sin quitárselo, Julia se tiró en el sofá y yo me arrodillé ante ella para continuar con lo que había estado haciendo en el portal, esta vez masajeando su vulva con los dedos. Tenía la palma extendida, dos dedos acariciaban cada labio de su coño y mi lengua se introducía entre ellos.

Julia gemía, se estremecía… y chorreaba. Cuando tuve la palma empapada la aparté, la olí y se la di a oler a ella.

Fue entonces cuando me puse de pie, me coloqué entre sus piernas y sin ceremonias comencé a introducir mi sexo en su rajita. Tenía la verga a punto de estallar y ella estaba tan mojada que entró de golpe haciéndome gritar al sentir el roce de su tanga. Julia dio un gemido y empecé a moverme. Ella estaba sentada con los pies en el sofá para que pudiera penetrarla más a fondo, me cogía los glúteos y me apretaba contra ella a cada movimiento mientras yo le penetraba apoyándome en el sofá y bombeaba una y otra vez sin dejar de besarle el cuello, a cada movimiento sentía su tanga en mi verga y el placer se volvía aún mayor.

Cuando estaba a punto de correrme me separé de ella, la levanté y me senté en el sofá con ella encima. Julia quedó sentada dándome la espalda, con mi sexo dentro y moviéndose sobre mí, mientras con una mano le masajeaba un pecho y con la otra le masturbaba. Metí un dedo en su vulva, junto a mi polla y fue entonces cuando Julia se volvió a correr. Yo llegué un momento después, saqué mi verga en el momento justo y mi leche cayó sobre su culo y su espalda.

Después de eso caímos rendidos en el sofá, abrazados y desnudos, aunque ella aún conservaba puesto su tanta empapado. Se fue en cuanto amaneció, dejándome el tanga de recuerdo.

Han pasado sólo unos días desde aquella noche y nos hemos seguido encontrando en la sala de estudio. Las miradas ahora son más directas, las insinuaciones casi constantes y con un poco de suerte tendré algo nuevo que contar el próximo sábado.

martes, 18 de marzo de 2014

La infidelidad es genial!!!




no deseo saber como fue todo, ni como llegue a esta situacion pero lo unico que se, es que estoy  en ello ahora. Solo sé que pasó. Y sucedió sin quererlo yo. Al menos es lo que pienso. Esta confesión la escribí días más tarde de sucederme lo que os voy a contar. Ahora, después de cuatro años, confieso públicamente mi falta.

Nos reunimos en mi casa una serie de amigos. Para comer. No celebrábamos nada en especial. En total nos habíamos dado cita 6 parejas. Total, doce personas incluyendo a mi marido y a mí. No voy a hablar de los demás para no liaros la cabeza. Solo hablaré de Manuel y María. Ellos son nuestros amigos, como lo son el resto de nuestros invitados. Todos tenemos casi la misma edad, nos movemos en un arco desde los 23 a los 27 años el mayor, que es Juan Luis. Pero me voy a centrar en Manuel, pues él, y solo él, es el que nos interesa en esta historia.

Manuel lleva un año casado con María. Ellos se llevan bien. Ella es muy dulce y esta bien físicamente. Manuel es un tanto extrovertido, alegre y muy lanzado para cualquier actividad que hubiera que hacer. El siempre quiere ser el primero. Es como un líder. Siempre se esta riendo y eso es agradable. Tanto mi marido como yo no tenemos especial amistad por él, es uno más dentro de nuestro grupo de amigos. Quiero decir que no hay distingos. Se llevan bien los dos y no ha habido problemas conocidos entre ellos.


Yo tengo 23 años y Manuel 25. No es un dato para nada servible, pero es una referencia que pongo en conocimiento. Su María, como dije antes, tiene mi misma edad. Y casi mi mismo cuerpo, pues ambas estamos como dicen los hombres, muy buenas. Estamos para comernos. Modestia aparte.

La comida se desarrolló según lo previsto. Comimos bien y tomamos café y licor, tanto licor que creo que se me subió un poco a la cabeza, si no, no me explico nada de lo que me pasó.

Todos estábamos en el salón sentados alrededor de la mesa. Bromeábamos y hablábamos a la vez. Me levanté para ir a la cocina y pude descubrir el jaleo de platos y cubiertos, adornados con un sin fin de vasos, esperando ser lavados. Confieso que me deprimí y me volví al salón. Permanecí un rato sentada a la mesa y me volví a la cocina. Justo en ese momento se acercó hasta la cocina Mariano. Vio todo lo que había que lavar y me dijo que si necesitaba ayuda, que él le diría a su mujer que me echara una mano. Le dije que no. Que lo iba a dejar para más tarde y ambos nos volvimos al salón.

Después de media hora bebiendo más y más chupitos de licor, la conversación derivó, al estar próximas las elecciones, en política. No hace falta que diga que al ser doce las personas las que allí nos encontrábamos, cada una era de un signo político, que en algunos casos, hasta dentro de una pareja era de distinto rango que su compañero o compañera. Sea como fuere, se enrolló una conversación y discusión muy apasionada. Ante la magnitud de la disputa, opté por emplear mi tiempo en algo que más tarde o más temprano tendría que hacer yo, fregar. Me puse en pie y les dije a todos, en especial a mi marido, que me ausentaba a recoger un poco la cocina. Así lo hice. Ellos siguieron discutiendo sus temas políticos, cada uno dando su versión de lo que pasaba según el color del partido político al que era afín, y yo en la cocina, fregando. Nadie me echó de menos. Al menos eso parecía, porque nadie se dignó en echarme una mano con el fregado.

No llevaba más de quince minutos en la cocina, con la puerta cerrada, pues no quería oír sus escandalosos argumentos, cuando esta se abrió y apareció ante mí Manuel, sonriéndome como siempre hacía.

Me pareció extraña su presencia allí, pues en la mesa del salón había de todo y yo acababa de llevar una cubitera de hielos entera y al menos habría cubitos para dos horas. Tampoco debía faltar licor, pues en mi casa había bastante y el lugar donde guardábamos las botellas, estaba en el salón.

Con las manos bajo el chorro de agua, le saludé y le pregunté si quería algo. No me contestó. Sólo se acercó tras de mí y levantó mi vestido para ponerme una mano en mis nalgas. Solté el plato que estaba fregando y me asusté ante lo inesperado de la situación. Enseguida él me rodeó y me besó en los labios fuertemente. Yo estaba como aturdida. Y también estaba algo bebida. Pero no lo estaba tanto como para no darme cuenta de dónde estábamos y qué estaba pasando.

Traté de protestar y mis protestas se ahogaron en un nuevo beso mientras con la mano seguía hurgando entre mis piernas. Lo malo o lo bueno de estas situaciones, es que por imprevistas, a una le pillan de sorpresa y no sabe como reaccionar. A mí no me dio tiempo a nada. Manuel me rodeó frente a él y me miró sonriéndome muy seguro de su conquista. Me tomó por el talle y me subió sobre la encimera. Cualquiera que hubiera entrado en la cocina en ese momento se hubiera extrañado de verme sentada sobre la encimera y Manuel besándome en la boca ávidamente. Le hubiera parecido un escándalo monumental. Pero a él parecía no importarle nada y yo, bueno yo simplemente estaba allí para ser objeto de él. Pensé en un momento de lucidez que aquello era un arrebato propio de los chupitos que habíamos bebido, pues jamás había tenido acercamiento alguno con otro hombre que no hubiera sido mi marido. Y menos con Manuel, aunque con este siempre me había mostrado agradable y dulce. Quizá lo interpreto mal.

Pero todo se desvaneció cuando él me levantó el vestido de gasa blanco que yo llevaba puesto, delantal incluido, y me besó en los muslos. Noté como mis piernas cedían ante la sensación térmica de sus labios en mis mulos y se separaban algo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo e impactó en mi estómago. Un vértigo sin precedentes se adueñó de mí. Ya el tanga no fue obstáculo para Manuel, pues con su mano lo separó hacia un lado y dejo ante su vista placentera la totalidad de mi raja adornada con mi vello. Inmediatamente su lengua descendió hasta allí y comenzó furtivamente a proporcionarme placer, a la vez que separaba mis piernas más. Eché ligeramente la cabeza hacia atrás y cerré los ojos. Antes, miré el reloj de la cocina, marcaba las 4, 20 h.

Un ruido leve y una sensación de liberación me indicaron que Manuel acababa de romper mi tanga. Ahuequé el culo y el lo sacó de mi cuerpo. Ahora su lengua iba y venía con total libertad. Abrí mi boca para poder respirar más, ante la insistencia del placer que me estaba proporcionando con su lengua, y tomé su cabeza entre mis manos, enredando mis dedos en sus cabellos. El se levantó y me miró, siempre sonriendo, y se acercó a la puerta de la cocina. Echó el pestillo y volvió al lugar que acababa de abandonar.

Me puso en pie y subió mi vestido hasta la cintura y me dejó desnuda desde el ombligo para abajo. Y volvió a lamerme una vez más. Su lengua se hundía en mi grieta con precisión. Con la punta me daba golpecitos en mi clítoris mientras causaba en mí un sin fin de sensaciones. Cuando el creyó que ya había conseguido excitarme por completo se incorporó y se bajó los pantalones y los calzoncillos, dejando asomar una verga dura y tiesa que apuntaba hacia el techo de la cocina. Y yo sin decir nada de nada. Me bajé de la encimera y me agaché en cuclillas para poder meterme aquel miembro vigoroso en la boca. Allí, en esa postura, lo mamé con deseo y rabia. Llena de excitación, lamí sus testículos y su periné. Paseaba mi lengua de abajo hacia arriba con lentitud, para una vez llegado al glande, absorberlo y envolverlo en mi saliva.

Después de unos minutos, el me incorporó y me volvió a sentar en la encimera. Se sacó los zapatos para liberar sus prendas de los tobillos. Aproximó su polla hacia mí y lentamente, pero sin pausa, fue paseando su glande entre mi surco. Traté de protestar pero el me lo impidió con su mano en mi boca. Siguió lubricando su pene con mis jugos, profundizando cada vez más en mi grieta. Después me la clavó hasta el fondo.

Comenzó con vaivenes rítmicos y yo comencé a sentir como esa verga caliente se me iba clavando una y otra vez dentro de mí. Nuestros vellos se mezclaban y se enredaban entre si. Opté por desabrocharme el vestido y tire de él hacia atrás para dejarle mis pechos libres. El hizo el resto. Con una maestría fuera de lo común, desabrochó mi sujetador y liberó mis pezones turgentes y febriles a la vez que comenzó a juguetear con ellos entre sus labios. Sus manos en mis nalgas y el calor y ardor que ponía en follarme hicieron el resto. Rápidamente sentí una sacudida en mi interior y me corrí. No me dominaba. ¿Sería un orgasmo?

Como él no se había corrido aún, seguía empujando dentro de mí, lo cual me llevo a sentir una prolongación del orgasmo increíble. Ya saciada por completo de su miembro, le dije que ya había acabado y el me la sacó, tiesa, mojada, dura y arrogante. Le pregunté si el ya había terminado y me dijo que no. No dudé en agacharme delante de él y meter aquello en mi boca. Sin ascos. Con agradecimiento por el gozo que me había proporcionado. Puse tal interés en hacer aquella felación, que no tardo en correrse y aunque se separó de mi boca para hacerlo, la primera salva de su semen se estrello en mi cara y las siguientes dentro de mi boca, pues yo soy agradecida y le dejé que se vaciara dentro de una de mis bocas. Y allí, mientras el compungía su cara y ya liberado su glande de mi boca, le chupe los cojones duros y arrugados que me mostraba.

Rápidamente como si la vida se nos acabara en un instante, comenzó a subirse los calzoncillos y los pantalones. Yo le imité y me coloqué mis ropas, me abroché el sujetador y cerré mi parte superior del vestido para después colocarme el delantal nuevamente. No dijo nada. Una vez se hubo recompuesto me miró sonriente, me hizo un gesto de despedida con la cabeza y salió de la cocina sin mediar palabra. Yo me quedé quieta sin saber que hacer y lentamente volví a mis platos mientras de mis ojos brotaban unas lágrimas. Miré el reloj a través de mis lágrimas y marcaba las 4,42. Veintidós minutos, eso era lo que habíamos necesitado para follar o para echar un polvo en la cocina. A escondidas del resto. A escondidas de mi marido y de María. Veintidós minutos para ser infiel. Y sin saber por qué.

Luego, una vez yo hube terminado de fregar, salí al salón con todos. Manuel estaba allí sentado con su mujer al lado y la besuqueaba mientras el resto bromeaban con ella. Aquello me impactó. ¿Cómo puede un hombre estar follando con una mujer y luego actuar con la suya como si no hubiera echo nada? Mi marido me miró visiblemente bebido y yo me inserté en la conversación, que seguía desbarrando por los campos de la política en sus más variados extremos, pues todos iban a arreglar la situación del país. De vez en cuando, Manuel y yo cambiábamos una mirada y yo notaba como me mojaba al recordar el polvo de la cocina. Así, sin darme cuenta me sorprendí con la mano bajo mí vestido, y tapada por el paño de la mesa, comencé a acariciarme el coño lentamente. Después, el clítoris. Luego incrusté dos dentro de mí y fui masturbándome, hasta que un gemido ahogado salió de mis labios mientras cerraba los ojos.

Después los abrí y sorprendí once caras mirándome atónitos. Me habían oído gemir. El silencio sepulcral delataba algo y yo no sabía que. Parecía que todos se hubieran dado cuenta de mi exceso. Pregunté que es lo que pasaba y ninguno cambio su expresión.

Saqué la mano y la dejé encima de la mesa, sobre el mantel blanco, tamborileando con mis dedos. Y allí, pegados entre ellos, tres vellos negros de mi pubis, delataron donde había estado mi mano hacía unos instantes.

Se que todos lo vieron como lo vi yo. Escondí mi mano y me puse muy colorada. Manuel hizo el resto. Desvió la atención con una sonrisa larga y escandalosa a la vez que decía “¡Joder!, me acabas de recordar a María cuando……..la tengo encima” Y ya todos fueron risas, incluida la mía que se mostró nerviosa.

Hoy, después de cuatro largos años, donde no he sido capaz de olvidarme de aquel polvo, seguimos viéndonos con nuestros amigos. Y aunque Manuel y María ya no viven en Madrid, pues por motivos del trabajo de ella se ausentaron a Galicia, me masturbo de vez en cuando rememorando aquella escena de veintidós minutos, donde un amigo nuestro me folló en la cocina. Algo que jamás quiere hacer mi marido.

Quiero mucho a mi marido y no soportaba ocultar por más tiempo lo que había pasado aquél día.
Me he armado de valor y se lo he contado todo. El no me cree, dice que tengo una imaginación bárbara, pero que si eso me sirve para excitarme, que siga pensando en ello.

Ciertamente han pasado cuatro años ya, ahora tengo 27 años, y no he tenido ninguna experiencia fuera de mi matrimonio, pero aquellos veintidós minutos de placer en la cocina, aún hacen que me moje alguna mediodía mientras friego y miro los platos. Parece como si en el fondo del plato, viera la película de lo que pasó allí, cuatro años atrás. E inevitablemente, algunas veces dejo caer mi mano mojada, y con la suavidad del agua y el jabón, doy rienda suelta al placer de masturbarme mientras rememoro en imágenes dentro de mi mente, aquellos veintidós minutos.


Tags: sexo, escorts, escorts madrid, escorts dublin, masajes

jueves, 13 de marzo de 2014

Me encantan los días de sexo




Me gusta ser un joven llevo de vitalidad y energia con una edad más que estupenda para gozar de una vida sexual más que activa, pero por desgracia mis travesuras últimamente se miden con cuentagotas, así que me tengo que conformar con masturbarme de vez en cuando para matar, o dormir, mi apetito sexual. Normalmente me deleito con algún relato de los que hay aquí escritos, pero hay otras veces que en mi mente se despierta una idea que me hace estremecerme de placer siempre que recurro a ella, de hecho, ahora mismo estoy escribiendo siguiendo las normas de este pequeño juego sexual de escorts barcelona en el que solo participa uno. “¿Y en qué consiste?” Os preguntaréis, pues bien, es algo completamente fácil y a la vez difícil de llevar a cabo, tan solo hay que establecer un número de horas, yo en concreto empecé a jugar a eso de las cuatro de la tarde, y decidí darme once horas de juego, pronto terminará mi partida. “Buah, pero eso es demasiado, no tengo tanto tiempo libre”, quizá esa habrá sido vuestro siguiente pensamiento, no os preocupéis, es un juego de paciencia que se puede ir intercalando con vuestros quehaceres diarios. Vale, vale, lo reconozco, me gusta irme por las ramas, iré ya al grano.


Cojamos mi caso por ejemplo, con once horas de juego, desde las seis de la tarde hasta las cuatro de la madrugada, la única regla consiste en masturbarte sin poder llegar a correrte, debes de conocerte lo suficiente como para llegar al límite, rozando la crueldad cuando debas de parar y respirar para relajarte en vez de entregarte al placer del orgasmo. Y una vez que te relajes y recuperes el control sobre tu cuerpo debes volver a intentarlo, volver a excitar tu cuerpo poco a poco, notando como vuelves a dejarte llevar por el placer en busca de ese orgasmo prohibido que deseas con todas tus fuerzas, pero que otra vez en el último momento debes rechazar, parando en seco. Muchas veces tengo que recurrir a la fuerza, apretando con mi mano mi polla para evitar que la corrida salga de mis huevos y romper las reglas. No se trata de una paja sin fin, se trata de cargarte de deseo y desesperación, luchando contra ti mismo. Si has notado que estabas demasiado cerca de correrte, puedes volver a tu rutina y quizá en un rato o un par de horas empieces de nuevo esa excitante y abrasadora tortura, rogando para que transcurran las horas lo más rápido posible. En el trabajo, quizá cada dos o tres horas te apetezca ir cinco minutos al baño para darte un poco de placer y avivar las llamas del orgasmo inalcanzable. La ducha, una vez llegados a casa es otro momento ideal en el que adentrarnos en nuestras travesuras aunque debo advertir que de los más peligrosos pues después de horas de excitación nuestra piel estará sumamente sensible y las caricias que el gel nos dará hará que nos olvidemos de todo con tal de explotar allí mismo sin remedio ni control alguno. Luego podemos aprovechar la cena para relajarnos un poco y olvidarnos de nuestras fantasías... si es que podemos.


Llegado el desenlace de nuestro retorcido juego, recomiendo la quietud de la noche y el confort de una cama, aunque otros quizá prefieran el riesgo de algún sitio más desvergonzado. Los resultados de la espera los notareis en cada milímetro de vuestra piel cuando después de tan larga y dolorosa espera os dejéis llevar por un orgasmo frenético, sumidos en el deseo más salvaje y bestial, notando como las piernas se contraen en un espasmo, notando como ríos de placer escapan de vuestro cuerpo durante unos gloriosos segundos que os dejarán sin aliento, postrados intentando recuperar la cordura y el aliento.


Yo, estoy deseando poder terminar de escribir esto para vosotros, para poder entregarme a mi mismo. Después de tantas horas ya mi polla está tiesa, estática entre mis piernas. Mis huevos me duelen, están prietos después de horas en las que deberían haber descargado ya mi corrida demasiadas veces como para estar todavía en mi cuerpo. Me hayo desnudo escribiendo estas últimas lineas, relamiéndome para cuando mi polla explote y me llene con la corrida todo mi cuerpo, llegando a mojarme mi cara y mi pecho con ríos de abundante leche que no dudaré en limpiar luego con mis dedos y mi lengua. No es que sea egoísta, si tú estuvieses ahí delante no dudaría en entregarte toda mi leche para que la disfrutases, pero sería un desperdicio en otro caso ¿no? Y es que tengo que reconocerlo, soy un completo adicto al sexo.

lunes, 10 de marzo de 2014

Lesbianas Cachondas!!!


Me vuela la imaginacion atada y con un arnes, que por atrás te queda tipo tanga, poniéndote cachondisima al pensar lo que vas a hacer de aquí a poco. Comiéndome la oreja, susurrándome cerdadas, haciendo que me palpite, tu intención es cegarme, nublarme para poder disfrutarme sin medida, emborracharme con tu boca, te acercas a mis pezones y juegas con ellos, me masturbas usando tu método de las tetas, me estás enloqueciendo. Mojando como siempre, haciéndome sentir muy perra.

Cuando ya ni me doy cuenta mis piernas están muy abiertas, palpitando, empapada, que si me tocas chorrea por las piernas, inocente, impaciente, me levantas las piernas, te pones en medio y empiezas a rozarme, suspiro y jadeo desesperada, porque me tienes a reventar, esto solo acaba de empezar.

Vuelves a engatusarme en tus juegos de seducción, me giras para levantarme y me susurras que me ponga a 4 patas, te subes en mi, para mi todo eso es nuevo, pero me gusta que me domines, me lleves y tengas tantas ganas de hacerme disfrutar, me tocas las tetas lascivamente, me comes la oreja, agarras mi cintura y empiezas a darme desde atrás, gimo y gimo y no me muevo, lo único que hago es abrirme más, mostrándote que mi clítoris está excitado. Tu sigues en tu postura de dominación, dándome y satisfaciendo tu oído con mis gemidos.

Una vez me hayas dado bien a 4 patas, quieres mas, estas excitada, motivada, por una vez te he dejado claro que puedes hacer conmigo lo que quieras, cumplir tus fantasías, yo estoy en trance, he muerto de placer varias veces, pero tu necesitas mas, mis jadeos te ponen, me dejas caer en la cama, boca arriba desnuda, mi entrepierna mojada, muy mojada, excitadisima por la penetración que se ha llevado.

Acto seguido te chupas los dedos, y me los pasas abriéndome los labios de abajo, automáticamente mis piernas se abren, sonríes picaramente, es lo que querías, que me abriese a tu paso Me coges las piernas, te las pones en los hombros. Y estando encima mía vuelves a darme, esta vez me tienes cara a cara, pero no puedo ni mirarte, estoy gimiendo, me agarras la cara obligándome a mirarte, sonríes, sigo excitada sin parar de gemir, mirándote a los ojos, mientras me estás dando fuerte y seguido con el arnés.


Me estas haciendo abrirme como nunca, mis gemidos no cesan, vuelvo a sentir esa explosión dentro de mi, paras y caes a mi lado, mi cuerpo palpitando, sudado y yo entera empapada, todo esto provoca en ti mayor gana de darme de nuevo, no quieres perder esta oportunidad, no hace falta ni que me engatuses, ya estoy bien empapada y dispuesta a relajarme y abrirme.

Te levantas, no dejas de mirarme desnuda, estoy tumbada boca arriba, quieres volver a darme, no te importa si estoy cansada o no, me elevas y me pones en la pared, apretándome contra ella. Colocas una silla al lado, me levantas la pierna apoyándola en la silla, que lista, así me tienes más abierta; empiezas a apretarme contra la pared para darme bien con el arnés. Otra vez, tercera vez. Me agarro a ti, me aferro para mantenerme de pie, las piernas me tiemblan, pero lo esta disfrutando bien, sintiendo como entra y sale, deslizándose de lo mojadita que voy.

Te gimo como puedo que me voy a volver a correr, tu entrepierna va a reventar de tanto darme y excitarse. Estas en un momento de dominación total, estoy contra la pared, sin moverme,me tienes bien enseñadita de que te avise al correrme, "me corro me corro oh" y paras en seco, me coges de la cabeza y me arrodillas, te quitas rápidamente el arnés, diriges tu entrepierna hacia mi cara, me empapas la cara de tus fluidos entiendo que debo comértelo así que me dispongo a ello sacando la lengua, moviendola. Me aprietas contra la pared para que te lo coma bien, asegurándote que no dejo nada. Mientras me masturbo para poder terminar de correrme por no se cuanta vez consecutiva. Y ahí me hallo de rodillas masturbándome para ti, mientras te como todo, haciéndote saber que soy solo tuya.


Tags: sexo, escorts madrid, escorts dublin, masajes eroticos